Antonio Jiménez Barca

El retorno.

Por: | 21 de marzo de 2012

Retornados tres
A veces, basta una novela. Acabo de terminar una espléndida, que se titula O retorno, publicada a finales del año pasado en Portugal y aún no traducida al español, aunque espero que lo sea pronto. Su autora, Dulce Maria Cardoso, nacida en 1964, cuenta la historia de una familia portuguesa que debe huir atropelladamente de Luanda, (Angola), días antes de que se proclame la independencia de Portugal, el 11 de noviembre de 1975. En el último momento, cuando todos aguardan en la cocina de casa con las maletas hechas a que un pariente les vaya a buscar y les lleve en coche al aeropuerto, un destacamento de soldados independentistas se lleva preso al padre al tomarlo por racista y asesino de negros. La madre, la hija y el hijo, ambos adolescentes, parten, acongojados por la suerte del padre y la suya propia, hacia el aeropuerto, casi empujados por el pariente, que les repite que o se van en ese momento o corren el riesgo de ser también apresados. Horas después toman uno de los innumerables aviones a reventar de gente del puente aéreo Luanda-Lisboa habilitado por el Gobierno portugués para repatriar toda una muchedumbre que abandonaba para siempre su casa, su tierra y su vida, dejando atrás todo lo que no cabía en una maleta por cabeza. Los hijos pisarán por primera vez la Metrópoli, hasta ese momento una asignatura de la escuela, un mapa de colores que debían aprender de memoria, un país difuminado que les llegaba en forma de eco en las remotas batallitas juveniles de los padres o en las felicitaciones periódicas contenidas en las cartas de los primos de allá…
          Durante casi un año, la madre, la hija y el hijo vivirán absurdamente en un cuarto de hotel de lujo de Estoril abarrotado de refugiados sin nada, socorridos por unas autoridades más imbuidas en su propio proceso político democrático tras derrocar, en abril de 1974, la dictadura de Marcelo Caetano que en atender a unos ciudadanos pobres e inesperados, no muy bien vistos además por una sociedad que les acogió a regañadientes porque les considera unos advenedizos menesterosos medio extranjeros explotadores de esclavos.
            La novela cuenta, en la voz del hijo adolescente, el drama que sufrieron casi 500.000 personas que regresaron a Portugal casi de golpe por aquellos días, procedentes de las antiguas colonias lusas, principalmente Angola y Mozambique. La misma Dulce Maria Cardoso, que vivió hasta los diez años en Luanda, fue una de ellas, y su obra, más que ajustar las cuentas con la historia o los gobernantes o los políticos o la gente de entonces,  lo hace –generosamente, sin señalar a los buenos y a los malos- con ese tiempo suyo de la infancia, muchos años después. Los personajes (y quienes los inspiraron) sienten (sintieron) nostalgia por una patria perdida irremediablemente, Angola, pero también por la madre patria idealizada que no aguantó el cara a cara y en la que, a pesar de todo, tuvieron que refugiarse. Todo esto está contado con ritmo e inteligencia por un chico listo, amedrentado, espabilado, ligón y  valiente, que ve su mundo tambalearse sin que a su lado se levante otro fiable. En una de las escenas, Rui, el protagonista, le pregunta a uno de los porteros del hotel que jamás salió de Lisboa: “¿Por qué nos tratan tan mal a los retornados, por qué nos ven como portugueses de segunda?”. Y el portero le responde: “Porque tenemos miedo. Porque aquí nunca se vivió muy bien y tenemos miedo de que con vosotros se viva aún peor”.
            Muchos de estos retornados (así se les llama), que en Angola prosperaron como empresarios  u hombres de negocios, juraron, como el padre de Rui,  quemar su casa y sus industrias antes de “abandonarlas en manos de los negros”. Otros no. Adelina Amorim, una persona real que nació en Luanda y que tenía 33 años cuando huyó de la guerra con destino Lisboa, contó parte de su historia en un reportaje publicado en noviembre en Público (la novela ha generado múltiples reportajes y comentarios aquí, ya que muestra cicatrices históricas que aún supuran en Portugal). Y aclaró que su padre, propietario de una empresa de transportes, se negó a destruir lo que había levantado en África al salir: “Dejó su flota de camiones perfectamente alineada frente a la puerta de la fábrica, con la documentación de cada uno en el asiento del copiloto y las llaves puestas. Después se fue”.

Hay 2 Comentarios

Tristes historias dignas de todo respeto. Después de trabajar tanto todo perdido.

Quizá historias muy parecidas pueden contar los españoles y sus hijos retornados de Cuba a España, después de la llegada de Fidel Castro y la nacionalización o robo de sus casas y pertenencias, al inicio de la década de los sesenta, al declararse comunista la revolución cubana (igual que en Angola). Tampoco eran bien vistos en España, y la izquierda y muchos de sus intelectuales nunca han hablado o aceptado el drama de aquellos emigrantes españoles.

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Sobre el autor

: nació en Madrid en 1966. Fue durante tres años corresponsal en París y actualmente es corresponsal en Lisboa. Antes trabajó como redactor y reportero en las secciones de Local y Domingo. Ha escrito dos novelas: Deudas pendientes (2006) y La botella del náufrago (2011). A este ritmo perezoso, hasta 2016, por lo menos, no terminará la tercera.

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