A veces, basta una novela. Acabo de terminar una espléndida, que se titula O retorno, publicada
a finales del año pasado en Portugal y aún no traducida al español,
aunque espero que lo sea pronto. Su autora, Dulce Maria Cardoso, nacida
en 1964, cuenta la historia de una familia portuguesa que debe huir
atropelladamente de Luanda, (Angola), días antes de que se proclame la
independencia de Portugal, el 11 de noviembre de 1975. En el último
momento, cuando todos aguardan en la cocina de casa con las maletas
hechas a que un pariente les vaya a buscar y les lleve en coche al
aeropuerto, un destacamento de soldados independentistas se lleva preso
al padre al tomarlo por racista y asesino de negros. La madre, la hija y
el hijo, ambos adolescentes, parten, acongojados por la suerte del
padre y la suya propia, hacia el aeropuerto, casi empujados por el
pariente, que les repite que o se van en ese momento o corren el riesgo
de ser también apresados. Horas después toman uno de los innumerables
aviones a reventar de gente del puente aéreo Luanda-Lisboa habilitado
por el Gobierno portugués para repatriar toda una muchedumbre
que abandonaba para siempre su casa, su tierra y su vida, dejando
atrás todo lo que no cabía en una maleta por cabeza. Los hijos pisarán
por primera vez la Metrópoli, hasta ese momento una asignatura de la
escuela, un mapa de colores que debían aprender de memoria, un país
difuminado que les llegaba en forma de eco en las remotas
batallitas juveniles de los padres o en las felicitaciones periódicas
contenidas en las cartas de los primos de allá…
Durante casi un año, la madre, la hija y el hijo vivirán absurdamente
en un cuarto de hotel de lujo de Estoril abarrotado de refugiados sin
nada, socorridos por unas autoridades más imbuidas en su propio proceso
político democrático tras derrocar, en abril de 1974, la dictadura de
Marcelo Caetano que en atender a unos ciudadanos pobres e inesperados,
no muy bien vistos además por una sociedad que les acogió a
regañadientes porque les considera unos advenedizos menesterosos medio
extranjeros explotadores de esclavos.
La novela cuenta, en la voz del hijo adolescente, el drama que
sufrieron casi 500.000 personas que regresaron a Portugal casi de golpe
por aquellos días, procedentes de las antiguas colonias lusas,
principalmente Angola y Mozambique. La misma Dulce Maria Cardoso, que
vivió hasta los diez años en Luanda, fue una de ellas, y su obra, más
que ajustar las cuentas con la historia o los gobernantes o los
políticos o la gente de entonces, lo hace –generosamente, sin
señalar a los buenos y a los malos- con ese tiempo suyo de la infancia,
muchos años después. Los personajes (y quienes los inspiraron) sienten
(sintieron) nostalgia por una patria perdida irremediablemente, Angola,
pero también por la madre patria idealizada que no aguantó el cara a
cara y en la que, a pesar de todo, tuvieron que refugiarse. Todo esto
está contado con ritmo e inteligencia por un chico listo, amedrentado,
espabilado, ligón y valiente, que ve su mundo tambalearse sin
que a su lado se levante otro fiable. En una de las escenas, Rui, el
protagonista, le pregunta a uno de los porteros del hotel que jamás
salió de Lisboa: “¿Por qué nos tratan tan mal a los retornados, por qué
nos ven como portugueses de segunda?”. Y el portero le responde:
“Porque tenemos miedo. Porque aquí nunca se vivió muy bien y tenemos
miedo de que con vosotros se viva aún peor”.
Muchos de estos retornados (así se les llama), que en Angola
prosperaron como empresarios u hombres de negocios, juraron, como
el padre de Rui, quemar su casa y sus industrias antes de
“abandonarlas en manos de los negros”. Otros no. Adelina Amorim, una
persona real que nació en Luanda y que tenía 33 años cuando huyó de la
guerra con destino Lisboa, contó parte de su historia en un
reportaje publicado en noviembre en Público (la novela ha
generado múltiples reportajes y comentarios aquí, ya que muestra
cicatrices históricas que aún supuran en Portugal). Y aclaró que su
padre, propietario de una empresa de transportes, se negó a
destruir lo que había levantado en África al salir: “Dejó su flota de
camiones perfectamente alineada frente a la puerta de la fábrica, con la
documentación de cada uno en el asiento del copiloto y las llaves
puestas. Después se fue”.
Hay 2 Comentarios
Tristes historias dignas de todo respeto. Después de trabajar tanto todo perdido.
Publicado por: Felizísima Fortuna | 22/03/2012 0:09:14
Quizá historias muy parecidas pueden contar los españoles y sus hijos retornados de Cuba a España, después de la llegada de Fidel Castro y la nacionalización o robo de sus casas y pertenencias, al inicio de la década de los sesenta, al declararse comunista la revolución cubana (igual que en Angola). Tampoco eran bien vistos en España, y la izquierda y muchos de sus intelectuales nunca han hablado o aceptado el drama de aquellos emigrantes españoles.
Publicado por: José | 21/03/2012 13:24:05